miércoles, 14 de marzo de 2012

Albert Camus: "Todo lo que sé de los hombres lo aprendí en el fútbol"

"Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol"

Albert Camus fue un escritor y filósofo francés nacido en Argelia. Premio Nobel de Literatura en 1957, este argelino genial fue -además de uno de los mayores escritores de lengua francesa del siglo- un notable futbolista en sus años de adolescencia, y en las canchas comprendió que la ética y la moral no sólo son materias de estudio académico.

Camus había nacido en Argel el 7 de noviembre de 1913, y creció en el barrio obrero de Belcourt, cuando la capital argelina era una más de las colonias francesas. Hijo de un padre agricultor que murió en la guerra de 1914, y de una madre analfabeta, el pequeño Camus estudió en un colegio público, donde aprendió -entre otras cosas- a jugar al fútbol. Jugando de delantero centro, llegó a ser la estrella del Racing Universitario de Argel. Ávido lector, aunque desdeñaba el latín y tenía poca pasión por el inglés, el futuro escritor esperaba ansiosamente la hora de los recreos para patear una pelota. Años más tarde, Camus recordó: "Aprendí pronto que una pelota no llega nunca del lado que uno espera. Esto me sirvió de lección sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no es sincera".

Siempre, casi con obsesión, el autor de "Calígula" relacionó los códigos y las reglas del fútbol -que según él conllevan lealtad y auténtica hombría- con el comportamiento que un hombre debe tener ante la vida. Cuando su amigo Charles Poncet le preguntó qué hubiese elegido, el fútbol o el teatro, si su salud se lo hubiese permitido, Camus contestó: "El fútbol, sin duda". Su tuberculosis, que lo atacó a los 17 años, fue el principal obstáculo en su carrera de futbolista. Y siempre lamentó que esa enfermedad le impidiera haber jugado en un equipo de categoría.

En la Argelia colonizada, viviendo en uno de los barrios más pobres de Argel, Camus conoce la desdicha cotidiana de los proletarios, una vida sin ningún proyecto, sin pasado, sin historia, que se pierde rápidamente en el olvido. Pero Camus conoce, también, la solidaridad que sólo entienden los pobres, la amistad entrañable que nace en el contacto diario con sus amigos árabes, españoles, napolitanos, malteses y judíos, con los cuales compartió estudios y muchas horas de fútbol. Y, por supuesto, aprendió todo lo que pudo llegar a saber sobre la moral de los hombres.


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