domingo, 21 de octubre de 2012

Cuando el dedo señala a la luna, el tonto mira el dedo




"Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer las otras cosas no porque sean fáciles, sino porque son difíciles, porque ese objetivo servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese reto es uno que estamos deseando aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer, y uno que pretendemos ganar, y los otros también."
-John Fitzgerald Kennedy, 1962-

El 25 de Agosto de 2012 fallecía Neil Armstrong, el primer ser humano en pisar la luna el 21 de Julio de 1969. El primer hombre que pisó un mundo distinto al que todos conocemos. Probablemente hablemos del mayor héroe de la historia de la humanidad, un personaje único que representó el progreso de todo un planeta. El 26 de Agosto la prensa mundial cubría sus portadas con la noticia y miles de artículos dedicados se escribieron en todo el globo. Tras leer uno de estos artículos, concretamente el que E.J. Rodríguez escribió para Jot Down (el artículo es tan bueno que puedo utilizar mi escrito como excusa para promocionar el de E.J.), salí al balcón para contemplar la luna, siguiendo el consejo del autor.

La luna colgaba del cielo como tantas y tantas noches. Recordé a Neil Armstrong y lo fascinante que me parecía aquel viaje de niño. Porque yo, con cinco años, soñaba con ser astronauta (no se me daba bien jugar al fútbol, y ser futbolista no era una opción, si ustedes me entienden). Me quedaba embobado mirando por la tele a aquellos superhombres ataviados con un traje espacial como si de caballeros medievales con armaduras se tratasen. Mi sueño era viajar con un mapa de estrellas como único paisaje. A pesar de mi aspecto frágil y delicado (siempre fui un niño de desarrollo lento, de esos que cumplen con el papel de “el más bajo de la clase”), siempre me veía a mi mismo enfrentando a extraterrestres o salvando a la humanidad evitando el impacto de un meteorito contra la tierra.

Pero el pensamiento de un niño es volátil, y si un día sueñas con ir a la luna, al día siguiente sólo piensas en capturar los 151 pokémon. Y así fue que las ilusiones en las que me veía como hombre del espacio pronto se diluyeron. La luna pasó a protagonizar los sueños infantiles en los que me transformaba en un mono gigante tras observar el satélite natural, como le ocurría a Son Goku, y me dedicaba a destruir el colegio. Cosas de niños.

Más de quince años después me veo otra vez mirando fijamente a la luna. Muchos lo han hecho a lo largo de la humanidad. Es un elemento que siempre ha estado ahí.


PD: Mi colegio también sigue estando ahí, donde lo dejé por última vez.

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